Acostada como si fuera la calle,
los perros se me mueren encima.
No sé como sujetar el cieno, estoy durmiendo.
Ojalá tuviera más miedo del odio,
que del sabor a piel enferma.
La bruja retadora,
El serafín de la incubadora corrupta,
Aquello que salta a mi azotea cada noche,
vienen a buscarme,
Para que les recuerde que están muertos.
No estoy interesada, no me interesa nada.
Quizá el final de ciertas cosas:
Suspiros, dobleces, muñones.
A veces pienso en palabras, sostenes, sacrificios.
Pero más bien soy del tipo.
"No importa si he nacido"
La fiebre, el dolor de los perros.
Si pudiera sentirlo.
Mis velación invocaría el aroma urgente del amor
y de las heridas abiertas.
Por eso no voy a levantarme,
Aunque tal vez ya esté despierta.